La fertilidad de la tierra y la variedad de la fauna hizo que los indios de la tribu de los Doches y la tribu de los Totoyoes empezaran a invadir aquellas tierras.
Entre estas dos tribus se fue desatando una guerra terrible por la caza de animales; el fragor de estas contiendas fue creciendo a tal punto que hubo heridos entre ellos permanentemente.
Una noche de luna, todo era paz y tranquilidad y gran alegría, pues se estaba celebrando el matrimonio de la hija del cacique Kasakir; la tribu de los Totoyoes atacó, con flechas incendiarias, el campamento de los Doches, produciéndose un incendio de proporciones gigantescas; la vegetación quedó destruida y los animales murieron carbonizados.
Un día cualquiera el flechero mayor de la tribu de los Totoyoes iba caminando por entre las ruinas de aquello que fue un hermoso bosque y de repente salta una serpiente, hiriendo a Marú en forma mortal, en su pierna derecha.
Naiguatá, chaman de la tribu de los Doches, al enterarse de lo acaecido a Marú, reunió l su tribu y con voz solemne dijo: cuando se obra bien, el bien se devuelve; cuando se obra mal el mal también se devuelve. Marú ha recibido su recompensa.
Enterándose que la serpiente que había herido a Marú, era la famosa Tatacoa, empuño su bastón y dando tres golpes fuertes sobre la tierra, gritó con voz en cuello: estas ruinas que pisan mis pies, de hoy en adelante se llamara “el desierto de la Tatacoa”; de inmediato se produjo un terremoto: la tierra se agrietó y aparecieron pequeños montículos de arena y greda rojiza.
Guacharó, cacique de la tribu de los Totoyoes, percatado de todo lo sucedido, fue a buscar a Kasakir, cacique de los Doches, para hacer una alianza de paz. Kasakir, mando a llamar a Naiguatá, viejo chaman, respetado por todos. Escuchó a ambos, y les dijo: esa alianza de paz debe hacerse en luna llena y en el mismo sitio que fue herido Marú.
Pasadas dos semanas se reunieron los tres personajes en el sitio indicado. Naiguatá, levanto los brazos hacia el cielo y les hizo hacer lo mismo a los caciques y en un tono solemne como de oración dijo: el cielo está de parte de nosotros, las nubes se han escondido para que las estrellas brillen con mayor claridad. Ellas serán testigo de este pacto de paz. La claridad del cielo se conservará para siempre y será el mejor lugar del planeta para ver la luna, satélites, estrellas fugaces y meteoros. Bajaron los brazos y los tres a una gritaron Sachís que significa paz.
La oración del Chaman se ve que fue escuchada, todavía hoy, el Desierto de la Tatacoa, sigue siendo el mejor sitio para ver los astros.