Una noche fueron invadidos por unos viejos colonizadores que arbitrariamente se llevaron algunas de sus indias. A partir de ese momento se desató una guerra infernal; resultó que este camino era la senda obligatoria para ellos seguir su ruta al Perú y Brasil en busca del caucho.
Una noche, cuando Tequexil, el gran cacique, celebrara la cacería del tigre feroz que habían hecho sus dos hijos, vino la gran discusión porque Sayán y Tabarè cada uno se atribuía la matanza de aquel animal.
La fiesta fue suspendida y Tequexil, citó para el otro día reunión de los ancianos de la tribu, el chamán y él, para indagar quien decía la verdad y quien estaba mintiendo.
No habiendo claridad, aplicaron la ley de los diez azotes. De nada valió este castigo. Los enviaron al cepo: allí estuvieron tres días sin comer ni beber y a pleno sol. Tampoco hubo claridad, cada uno se sentía el héroe y seguía atribuyéndose la victoria.
Se reunió de nuevo el consejo de los ancianos y pidió al chamán Wamàn, subir a lo alto de la montaña para entrevistarse con los espíritus. Esa noche hubo truenos y relámpagos y un gran aguacero cubrió la montaña.
El chamán bajó de la montaña sudoroso y el mensaje era contundente: ambos deben morir por no reconocer quien decía la verdad y quien la mentira.
Los ancianos nuevamente se reunieron y decidieron que la muerte seíia en Caño Cristales. Dos días, los mejores flecheros de la tribu estuvieron entrenando.
El día señalado y vestidos con sus mejores galas, Sayán y Tabaré con los ojos vendados, con los pies en el río, se dispusieron a morir. Eran seis flecheros, tres para cada uno. Un silencio absoluto con olor a frío envolvió aquel lugar. Al sonido del carapacho, los flecheros dispararon sus flechas envenenadas y los gemelos de inmediato cayeron sobre el río cristalino.
La sangre brotó a borbotones y comenzó a teñir aquellas aguas, su penacho de plumas amarillas y verdes empezó a desteñirse. Un color azul apareció por encima del agua y el chamán con tono serio dijo: es el espíritu que sale de aquellos cuerpos. Y también un color negro contamino aquella agua y chamán, continuó su discurso explicando que era el espíritu de la mentira.
Algunos halcones que volaban muy alto, se fueron acercando y en sus garras enredaron aquellos cuerpos y los llevaron hasta la montaña y desde aquel momento el río quedó impregnado de cinco colores: amarillo, verde, azul, rojo y negro y hoy se le conoce como caño cristales o el río de los cinco colores, el más hermoso del mundo.