Allá, en una pequeña choza el chamán Ayelén, afectado por una enfermedad respiratoria, manifestaba su última voluntad: llamen a Amalú y a Suyán; uno de ellos debe reemplazarme y llévenlos a la ceiba y que ella misma señale quien debe ser mi sucesor.
Suyán de alta estatura, robusto de musculatura, fue el primero en estar debajo de la ceiba; Zorén esposa de Ayelen, hizo un conjuro, hubo algunos truenos y llovió más fuerte.
Paso luego Amalú, de pequeña estatura y muy delgado; Zoren repitió el conjuro y de inmediato hubo truenos y un rayo quemó uno de los brazos del árbol sagrado. Sorprendidos todos gritaron: Amalú, Amalú es muestro nuevo chaman. Cesó la lluvia y la luna enrojecida apareció entre el bosque, alumbrando aquella tribu que cantaba y danzaba.
De madrugada llevaron a Amalú a la presencia de Ayelen quien, en tono solemne, no obstante, su enfermedad, le dijo: la sabiduría de la ceiba te ha señalado como mi sucesor, ella misma te comunicará todos los poderes: poder para sanar a tus hermanos y a los animales, poder para interpretar los fenómenos físicos y el poder para comunicarte con el más allá: los espíritus.
La ceiba como tú, ES sinónimo de sabiduría y resistencia y no olvides que la ceiba es la presencia de la divinidad entre nosotros.
Recuerda, todas las tardes al caer del sol, iras hasta la ceiba, te colocarás debajo de sus ramas, abrirás tus manos y cerraras los ojos y sentirás que una energía maravillosa aumentará tu sabiduría. No olvides que ser Chamán, no es un privilegio, es un servicio que debes prestar con humildad, respeto y alegría, sin excluir a nadie.
Diciendo estas palabras Ayelen de 100 años, descansó para siempre.
Zorén su esposa, dispuso todo para ser llevado a un lado de la ceiba y ser sepultado allí, donde se le comunicará el don de la inmortalidad.